sábado, 3 de junio de 2017

Crónica de una caminata

Bajo la guía y liderazgo del experimentado andarín Javier Melús, desafiando los agoreros pronósticos meteorológicos y la pereza por madrugar una mañana de sábado, los intrépidos amigos del Élaios nos hemos echado al camino desde la Estación de Casetas. Los más jóvenes no han poido venir, abducidos como están por los inminentes exámenes.
Salvo un episodio de lluvia pasajera, el tiempo ha sido ideal para nuestro propósito, sin padecer aguaceros ni chicharrinas. En el tramo inicial hemos combatido un ataque inmisericorde de mosquitos, pero ante la firme determinación de los expedicionarios, los atacantes voladores han desistido y nos han dejado en paz para el resto de la jornada.
Hemos caminado por parajes umbríos, entre sotos de ribera y tupidas choperas, frente a los escarpes de yesos en la otra orilla del Ebro, hasta llegar a la curiosa barca de sirga donde personas, vehículos y maquinaria del campo cruzan el gran río.
Un poco más adelante, la desembocadura del Jalón, cuyas aguas bajaban con más brío que las del indolente Ebro.
De regreso, parada en el bar de Torres de Berrellén: Cañas, bocadillos y degustación de embutidos leoneses.
El camino de vuelta por Sobradiel nos ha ofrecido paisajes abiertos entre cultivos, el encuentro con una bandada de cigüeñas en labores alimenticias y trigos altos de próxima cosecha.
Tras 4 horas y media de caminata, con 45 minutos de parada, hemos regresado a casa como el explorador que se acerca al oasis. Todos, hablando de los placeres que nos esperaban en el hogar: el baño, la comida, la siesta.
Amigos del Élaios, en otoño será la próxima.

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